Pese a que las emociones determinan de muchas maneras nuestra conducta, vivimos en una sociedad que las desvaloriza en contraposición con los aspectos intelectuales y/o racionales, lo que ha motivado que mucha gente incluso las niegue.
Cuando trabajamos el tema de inteligencia emocional con personas que tienen posiciones de jefatura, directores, etc., coinciden en que es un área que les resulta en buena medida desconocida. Les cuesta incluso reconocer y nombrar sus propias emociones.
Cuando hablamos de liderazgo desde la perspectiva de la inteligencia emocional, es evidente que no se puede ser líder sin estar sintonizado con las emociones del grupo y eso, a su vez, no se puede lograr si no estamos sintonizados con nuestras propias emociones.
Ya es hora de darle a las emociones el lugar que se merecen: un lugar central, independientemente del puesto que alguien desempeña, pero de manera particular en quienes tienen personal a cargo y tienen el desafío de influenciarlas positivamente para lograr los resultados de una manera feliz para todas las partes interesadas.
Hago eco de las palabras de Goleman, Boyatzis y Mackee, quienes plantean que un líder “… es la persona más capaz de influir en las emociones de los demás.” Y eso sólo se puede lograr desde el contacto con las propias emociones, en primer lugar; de lo contrario, es imposible conectar con los demás.
Marlen Montero Solís, Directora Talento Corporativo, noviembre 2022.
