El mobbing es un tema complejo, porque en ocasiones puede ser bastante sutil, tanto como para que la persona afectada dude de sus propias sensaciones. Desde esa perspectiva, tiene mucho en común con la violencia doméstica en sus fases iniciales, cuando la víctima llega a desconfiar de su propio criterio respecto a lo que está pasando y sintiendo.
Las definiciones más aceptadas sobre el mobbing lo plantean como un proceso de acoso continuo en el espacio laboral, que genera gran malestar, temor, angustia, vergüenza, etc., con el objetivo de provocar la renuncia de la persona a su puesto. Este proceso tiene fuertes consecuencias a nivel de la salud mental.
Cuando el hostigamiento es claro y evidente, no queda ninguna duda para la persona afectada de lo que está ocurriendo, y es más fácil para la empresa tomar acciones concretas, aunque irónicamente, he visto casos de malos tratos provenientes de personas que ocupan puestos clave en empresas, que no sólo no reciben ninguna sanción respecto a esos malos tratos, sino que incluso son premiadas con un ascenso, porque logran “los números”, aunque el costo emocional para la personas y la organización sea sumamente alto.
Si queremos una cultura organizacional centrada en el bienestar de las personas, como clave para lograr los resultados del negocio, no hay ninguna razón que justifique, a estas alturas, que todavía existan empresas con prácticas como las descritas en el párrafo anterior. Lamentablemente, son más frecuentes de lo que quisiéramos aceptar.
Marlen Montero Solís
Directora Talento Corporativo