Hablar de que cada quien debe hacerse cargo de su “metro cuadrado” es una postura que parte de una visión muy individualista, como si sólo importara lo que ocurre a mi alrededor, como si no formáramos parte de un sistema.
Si estoy en una organización, “mi metro cuadrado” no es sólo mi puesto; es todo lo que ocurre en esa organización. Y también lo que ocurre en el entorno empresarial y en el país, porque todo eso afecta (positiva o negativamente) a esta organización en particular y a todas en general.
Por otra parte, nuestro país forma parte de un continente, y entonces lo que pase en él nos afecta a todos. Y, por si fuera poco, formamos parte del mundo. Por lo tanto, nuestro “metro cuadrado” es muchísimo más grande de lo que suponemos, pues lo que ocurre en el planeta nos afecta a todos.
Si nos concebimos como parte de un sistema, donde quiera que estemos (familia, comunidad, empresa, país) y como parte del mundo, seremos plenamente conscientes de que tenemos responsabilidades con cada uno de esos sistemas y que no podemos voltear la mirada ante lo que ocurre en ellos.
Evidentemente cada uno de manera individual no tiene el poder de cambiar lo que sucede en el mundo; ni siquiera en el país, la empresa o la familia; podría parecer que los esfuerzos personales son inútiles, y entonces optar por la postura de no hacer nada o hacer lo mínimo. Pero entendernos como parte de estos sistemas nos pondrá en contacto directo con nuestra responsabilidad de aportar todo lo que esté a nuestro alcance para contribuir a hacer del mundo un lugar mejor. Desde esa perspectiva, como afirmó Yoko Ono, “cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar el mundo”.
Marlen Montero Solís, Directora Talento Corporativo, 22 de junio de 2023.