La escucha activa

La habilidad de practicar la escucha activa es poco común, aunque sea bastante común hablar sobre ella.  Se entiende que es un requisito fundamental para establecer una buena comunicación, y de comunicación se habla con demasiada frecuencia, pero no siempre está claro a qué nos referimos con ambos conceptos.

Una característica de la comunicación asertiva es precisamente utilizar la escucha activa. ¿Cómo la definimos?  Desde mi perspectiva, es escuchar al otro no sólo con mis oídos, sino con todo mi ser; estar realmente ahí para el otro, y escuchar no sólo lo que dice con sus palabras, sino con su lenguaje no verbal (sus gestos, su postura corporal, su mirada, sus suspiros, sus pausas, sus énfasis, e incluso sus silencios).

Practicar la escucha activa requiere, por lo tanto, otro de los componentes de la comunicación asertiva que aporta la inteligencia emocional: me refiero a la empatía, esa capacidad de ponerse en el lugar del otro.  Y aunque nos resulta fácil definir la empatía, aplicarla no lo es tanto. 

Por otra parte, se requiere la habilidad de comprender las emociones del otro, y eso viene también de la inteligencia emocional.  Por lo tanto, la escucha activa se alimenta de la inteligencia emocional y se concreta en una forma de comunicación asertiva, esa que tanto nos hace falta hoy.

Es usual que mientras la otra persona habla, estemos planeando qué decir para responder, o qué decir para defendernos, o para atacar, dependiendo del caso, en vez de estar realmente escuchando y sintiendo lo que el otro tiene que decir. 

Preguntémonos ¿Qué pasaría en el mundo, en las organizaciones, en las familias, en las parejas, etc., si tan solo pudiéramos comunicarnos mejor y escuchar, realmente escuchar?  Desde esta perspectiva, la escucha activa es una herramienta muy poderosa para mejorar cualquier vínculo social.  Aprendamos a utilizarla y aprovechémosla.

Malen Montero Solís, Directora Talento Corporativo.