La empatía es uno de los componentes de la inteligencia emocional, y es, sin duda, un aspecto más complejo de vivir y aplicar de lo que pensamos. Generalmente se afirma que la empatía es “la capacidad de ponerse en los zapatos del otro”, y se dice así, a la ligera, aunque en realidad casi nunca conocemos los zapatos que le ha tocado llevar a esos “otros”.
Una de las frases frecuentemente utilizada respecto a la empatía señala que debemos “tratar a los otros como nos gustaría que nos traten”. Probablemente hemos escuchado esa frase cientos de veces y la hemos dado por cierta, sin detenernos a cuestionarla.
La verdadera empatía implica la capacidad para entender lo que el otro siente y necesita, en sus circunstancias, y mostrar sensibilidad ante ello, acompañar sin censurar, apoyar. Por lo tanto, la clave está en tratar a esa persona como ELLA querría ser tratada, y eso no necesariamente se parece a como yo quisiera ser tratada. Asumir esa frase “hecha” como verdadera, implica cualquier cosa menos empatía, porque significa que estoy asumiéndome como referente, en vez de considerar a la otra persona y sus necesidades.
Quizá ya sea tiempo de replantear la frase y transformarla, para decir: “tratar a las demás personas como ellas quieren y necesitan ser tratadas”. Así, por ejemplo, si una persona necesita silencio, o requiere soledad en un momento específico, por mucho que yo quiera hablar en ese momento, la empatía implica respetar su silencio y su soledad, haciéndole saber que puedo apoyarle de la manera que lo necesite. Y así con cualquier otro ejemplo que queramos utilizar.
Definitivamente la empatía es una característica que nuestro proceso de socialización no cultiva de manera intencionada, por lo que no nos sale de manera “natural”. Nos corresponde, como adultos, asumir la responsabilidad de trabajar en ella y procurar desarrollarla, pues tiene un enorme impacto en todos nuestros vínculos: personales, familiares, sociales, laborales.
Marlen Montero Solís, Directora Talento Corporativo, 4 junio 2023.
